La sociedad actual nos lanza cada vez nuevos desafíos que nos invitan a descubrir tal como lo hizo la fundadora, reformadora y cofundador a Cristo presente en los rostros desfigurados por la injusticia y las diversas formas del pecado social. La compasión, el servicio, la solidaridad, amor y la entrega generosa son rasgos reflejados en nuestro Carisma y que han marcado hasta el día de hoy nuestra misión.
Estamos llamadas a continuar extendiendo el Carisma que el Señor le confió a través de los diferentes ministerios apostólicos y las obras de bien social que la Congregación realiza. Hoy nos sigue cautivando la opción preferencial por los pobres, aquellos que al igual que ayer dejan escuchar sus clamores desde las periferias geográficas y existenciales en las que se encuentran inmersos. Sigue vigente en nosotras el deseo de anunciar la justicia de Dios en su pueblo y la esperanza de un mundo mejor, el cual se hace posible cuando, guiados por el evangelio de la misericordia y el amor a la vida humana cooperamos por resolver las causas estructurales de la pobreza para promover el desarrollo integral de los pobres, expresando a través de los gestos más simples y cotidianos nuestra solidaridad ante las miserias concretas que encontramos.
Cfr Papa Francisco, Exhortación Evangelii Gaudium, No. 186-188, Vaticano, 2013. Citado en el libro de Historia congregación HHA, 2020.


El sentarse a escuchar a otro, característico de un encuentro humano, es un paradigma de actitud receptiva, de quien supera el narcisismo y recibe al otro, le presta atención, lo acoge en el propio círculo (Tratelli Tutti).
Ante un mundo que muchas veces parece sordo, nuestro Carisma nos pide cuidar la capacidad de escucha: escuchar la voz de Dios que nos habla por medio de los pobres y hermanos necesitados, hasta hacer de la escucha un estilo de vida. Pues “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias nuestras por ser consagradas y discípulas de Cristo (Cfr. Gaudium Et Spes 1).