Prioridades Apostólicas

La sociedad actual nos lanza cada vez nuevos desafíos que nos invitan a descubrir tal como lo hizo la fundadora, reformadora y cofundador a Cristo presente en los rostros desfigurados por la injusticia y las diversas formas del pecado social. La compasión, el servicio, la solidaridad, amor y la entrega generosa son rasgos reflejados en nuestro Carisma y que han marcado hasta el día de hoy nuestra misión.

Estamos llamadas a continuar extendiendo el Carisma que el Señor le confió a través de los diferentes ministerios apostólicos y las obras de bien social que la Congregación realiza. Hoy nos sigue cautivando la opción preferencial por los pobres, aquellos que al igual que ayer dejan escuchar sus clamores desde las periferias geográficas y existenciales en las que se encuentran inmersos. Sigue vigente en nosotras el deseo de anunciar la justicia de Dios en su pueblo y la esperanza de un mundo mejor, el cual se hace posible cuando, guiados por el evangelio de la misericordia y el amor a la vida humana cooperamos por resolver las causas estructurales de la pobreza para promover el desarrollo integral de los pobres, expresando a través de los gestos más simples y cotidianos nuestra solidaridad ante las miserias concretas que encontramos.

Cfr Papa Francisco, Exhortación Evangelii Gaudium, No. 186-188, Vaticano, 2013. Citado en el libro de Historia congregación HHA, 2020.

Características y/o prioridades de nuestro apostolado

“Nuestro apostolado consiste principalmente en el testimonio de nuestra vida consagrada en comunidad, la cual debemos fomentar con la oración y la penitencia” (Const. 63)

La Exhortación Apostólica Postsinodal Vita Consecrata nos dice al respeto: La profesión de los consejos evangélicos, al hacer a la persona totalmente libre para la causa del Evangelio, muestra también la trascendencia que tiene para la misión; afirmando así que la misión es esencial para todos los Institutos, ya sean de vida apostólica activa como contemplativa. Puesto que “antes que, en las obras exteriores, la misión se lleva a cabo en el hacer presente a Cristo en el mundo mediante el testimonio personal. ¡Este es el reto, éste es el quehacer principal de la vida consagrada! Cuanto más se deja conformar a Cristo, más lo hace presente y operante en el mundo para la salvación de los hombres”.

En tal sentido se puede afirmar que la persona consagrada está «en misión» en virtud de su misma consagración, expresada de acuerdo al proyecto del propio Instituto. Es obvio que, cuando el carisma fundacional contempla actividades pastorales, el testimonio de vida y las obras de apostolado o de promoción humana son igualmente necesarias: ambas representan a Cristo, que es al mismo tiempo el consagrado a la gloria del Padre y el enviado al mundo para la salvación de los hermanos y hermanas (VC 72).

“Nuestra vida apostólica ha de brotar de la íntima unión con Dios, que nos compromete a trabajar para que el Reino de Dios llegue a todos” (Const. 65)

 “Nuestra vocación al apostolado nace de nuestro compromiso con el Reino, incorporándonos a la misión salvífica de Cristo” (Const. 67). Apoyadas en la oración, en la vivencia de los sacramentos e iluminadas por la Palabra somos desafiadas a fundamentar nuestra vida consagrada en el testimonio, desde una entrega gozosa, en la cercanía que crea fraternidad, en la escucha atenta que humaniza y hace fecunda la vida. El conocimiento profundo del Jesús pobre y humilde del Evangelio, a través de la contemplación, posibilitará la realización de un servicio generoso y cualificado, descubriendo a Cristo en nuestros hermanos pobres y pequeños a quienes con amor servimos: “En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de estos más pequeños, que son mis hermanos, conmigo lo hicieron” (Mt 25,40).

Encarnación completa en el mundo de los pobres

“En los comienzos de su ministerio, Jesús proclama, en la sinagoga de Nazaret, que el Espíritu lo ha consagrado para llevar a los pobres la Buena Nueva, para anunciar la liberación a los cautivos, restituir la vista a los ciegos, dar la libertad a los oprimidos, y predicar un año de gracia del Señor (cf. Lc 4, 16-19). Haciendo propia la misión del Señor, la Iglesia anuncia el Evangelio a todos los hombres y mujeres, para su salvación integral. Pero se dirige con una atención especial, con una auténtica «opción preferencial», a quienes se encuentran en una situación de mayor debilidad y, por tanto, de más grave necesidad. «Pobres», en las múltiples dimensiones de la pobreza, son los oprimidos, los marginados, los ancianos, los enfermos, los pequeños y cuantos son considerados y tratados como los «últimos» en la sociedad”.

 

 

La opción por los pobres es inherente a la dinámica misma del amor vivido según Cristo. A ella están pues obligados todos los discípulos de Cristo; no obstante, aquellos que quieren seguir al Señor más de cerca, imitando sus actitudes, deben sentirse implicados en ella de una manera del todo singular. La sinceridad de su respuesta al amor de Cristo les conduce a vivir como pobres y abrazar la causa de los pobres. Esto comporta para cada Instituto, según su carisma específico, la adopción de un estilo de vida humilde y austero, tanto personal como comunitariamente. Las personas consagradas, cimentadas en este testimonio de vida, estarán en condiciones de denunciar, de la manera más adecuada a su propia opción y permaneciendo libres de ideologías políticas, las injusticias cometidas contra tantos hijos e hijas de Dios, y de comprometerse en la promoción de la justicia en el ambiente social en el que actúa. (VC 82).

 

 

Realizamos nuestro apostolado en nombre de la Iglesia y en comunión con ella

De acuerdo a nuestro Carisma “Las Hijas de la Altagracia debemos realizar las tareas encomendada por la Iglesia, como continuación de la obra de Cristo en el mundo” (Const. 64), labor que debe ser asumida desde la disponibilidad y entrega que caracteriza a toda persona consagrada. En tal sentido, buscamos cultivar y sostener una actitud de cooperación en el servicio a la misión, acogiendo como modelo el modo de proceder de Jesús que “no vino a ser servido sino a servir” ((Mt 20, 28).

La misión apostólica competa a toda la comunidad

El apostolado que realiza una Hija de la Altagracia compete a toda la comunidad, por eso estamos comprometida con la obra de cada una (Const. 64). En este tenor nos afirma el documento de Vita Consecrata: “La vida religiosa, además, participa en la misión de Cristo con otro elemento particular y propio: la vida fraterna en comunidad para la misión. La vida religiosa será, pues, tanto más apostólica, cuanto más íntima sea la entrega al Señor Jesús, más fraterna la vida comunitaria y más ardiente el compromiso en la misión específica del Instituto” (VC 72).