
“En diversas ocasiones y de muchas maneras Dios habló a nuestros padres por medio de los profetas”. Al llegar la plenitud de los tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo (Hbr 1,1-2) (Gal 4,4), la Palabra encarnada que, asumiendo nuestra frágil condición humana “puso su Morada entre nosotros” (Jn 1,14) y nos ha hecho participar de su vida divina, eligiéndonos para ser sus hijos adoptivos, según el beneplácito de su voluntad” y enriqueciéndonos con “toda clase de bendiciones espirituales Ef 1,1-5).