“La presencia y fidelidad de Dios ha sido una constante en nuestra historia. Su misericordia se ha hecho visible en medio de todas las crisis y dificultades encontradas, haciéndonos comprender que esta Congregación es obra suya”
Nuestra Historia
La historia de una Congregación es un elemento fundamental de su identidad como comunidad religiosa. Esta se va configurando en el día a día, en el caminar y transcurrir del tiempo; se va escribiendo con la vida, en lo que somos y hacemos. Así ha sido escrita nuestra historia congregacional, desde la entrega, el sacrificio y las vivencias de cada hermana y de otros tantos consagrados y laicos que vieron la mano de Dios en este proyecto y apostaron por él, descubriendo en la Congregación un signo de esperanza.
Las Hermanas Hijas de la Altagracia tienen su origen en la Congregación Hermanas Misioneras Nuestra Señora de la Altagracia, primera congregación religiosa femenina dominicana, fundada por Genoveva de Jesús Ureña Suárez (Madre Petra), el 15 de octubre de 1954.
A partir del 1959 la Congregación recién fundada experimentó un proceso de crecimiento, empezaron a sumarse al grupo numerosas jóvenes que llegaban con muy buenos deseos de servir a la Iglesia. Por el florecimiento vocacional y la entrega que se observaba en las hermanas nunca se pensó en la decadencia de la Congregación. No obstante, 23 años más tarde, en diciembre 1977, sufrió una ruptura que, hemos denominado como Refundación, la cual dio origen a una nueva familia religiosa.
Reforma – Refundación
En el contexto congregacional, llamamos Reforma – Refundación a la acción renovadora del Espíritu que infundió en la Madre Teresa Gil Solis (Re-fundadora) y el Padre Benito Blanco Martinez, S.J. (Co-fundador), la audacia de volver a dar la forma originaria al carisma fundacional que, al no encontrar la adecuada docilidad al Espíritu y a la Iglesia no había podido ser del todo fecundo, dando origen así a un nuevo grupo religioso en la Iglesia, hoy reconocido con el nombre de Instituto Hermanas Hijas de la Altagracia.
El Nombre de ´Hermanas Hijas de la Altagracia´
Nuestra Señora de la Altagracia se encuentra presente en el origen del Instituto, no sólo por tratarse de una fundación dominicana, en donde la Virgen es parte de nuestra identidad como pueblo, en su misión de Madre y Protectora; sino también porque nuestra fundadora al momento de fundar la Congregación deseaba ardientemente que ésta estuviera bajo la inmediata protección de la Santísima Virgen y que llevara por título: ´Congregación de Hermanas Misioneras de Nuestra Señora de la Altagracia´. En vista de esto, al originarse la Refundación, las Hermanas reformadoras consideraron de vital importancia conservar el nombre de la Santísima Virgen, y es así como surge el nombre de ´Hermanas Hijas de la Altagracia´. Ser ´Hijas de la Altagracia´ nos compromete a «venerar de todo corazón a la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra y colocar bajo su protección toda nuestra vida apostólica» (Const. 2).
«La Virgen María como modelo de consagrada nos ilumina en el seguimiento de su Hijo Jesús, y en su maternal corazón encontramos el camino seguro y las fuerzas que necesitamos para vivir nuestra dimensión activa-contemplativa de consagradas» (Const. 10). Ella durante su vida se entregó totalmente a la voluntad de Dios, porque acogió la Palabra y la puso en práctica, porque su acción estuvo animada por el espíritu de caridad, siendo la primera y más perfecta discípula de su Hijo (Const. 37). De ahí que la Virgen María bajo la advocación de la Altagracia ocupa un lugar privilegiado en la vida del Instituto. La Santísima Virgen no sólo es nuestra protectora por ser dominicanas, sino nuestra Madre y Patrona.
En la historia de estos 46 años como Instituto de Hermanas Hijas de la Altagracia Dios ha escrito en nuestros corazones. Hay en ellos marcas de su amor que nos ayudan a leer el fundamento de lo que somos.